03 mayo 2011

Veinticuatro

Eran las diez de la mañana. Un poco más, un poco menos. Había una luz que venía de alguna parte, pero yo todavía veía un poco borroso para llegar a entender dónde estaba. Quise levantarme lentamente, pero me di la parte posterior de la cabeza contra algo muy duro. Entonces me desperté de repente y vi que tenía mi cabeza y gran parte de mi cuerpo debajo de la cama de Miru. Me arrastré con torpeza hasta salir de ahí. Miru, claro, estaba toda despatarrada sobre la cama revuelta.

No me había despertado por casualidad, no eran horas dignas para hacerlo. Algo había sonado allá afuera. No recordaba bien qué era, pero un ruido me despertó. Entonces escuché un golpe, como de algo grande que caía contra el piso, fuera de la habitación.

Matías estaba completamente ebrio, intentando mantenerse en pie, mientras buscaba algo en la alacena de la cocina. Había una silla y varias ollas tiradas en el piso.

—¡¿Puede ser que no haya agua en esta casa?!

—¿No probaste por la canilla? —le aconsejé en medio de un bostezo.

—¡Qué genial idea!

Se me acercó, me dio un abrazo y me besó la frente. Tomó unos cuántos tragos directamente de la canilla y se sentó en la silla caída, que es lo mismo que decir que se sentó en el piso. Yo, mientras tanto, puse la pava en el fuego y me senté en la mesada observando divertida a Mati. Una sola vez lo había visto borracho, y creo que fue uno de los mejores días de mi vida.

Como estaba empezando a dormirse sentado, intenté sacar rápidamente un tema de conversación.

—¿Te acordás de "A la vuelta de la esquina"?

—"A la vuelta de la esquina, sobre Pasco o sobre Alsina, cada cuatro o cinco días un palomo se suicida, y si pasa la vecina o el que vende cocaína, desde algún balcón de arriba llueve bala, así es la vida... ¡Así es la vida!" —cantó Mati sin ninguna entonación pero con mucha gracia.

—Ese sí que era un hitazo.

—¿Sabés vos cómo surgió ese tema?

Muchas veces había oído esa historia, pero estaba ansiosa por conocer la verborrágica versión ebria de Matías, así que le dije que no.

—Estábamos en la plaza Primero de Mayo con Lucas, y de la nada el chabón saca una gomera, como haciéndose el Bart Simpson, y me dice, a que no le das a una paloma, y yo no quería saber nada porque yo soy todo paz, todo paz y todo amor, desde chiquito, pero Lucas dale que dale, con la gomera y con el palomo o con la paloma, qué se yo.

»Así que agarré la gomera y apunté a cualquier lado, porque aunque apuntara no le iba a dar y yo, yo no sé qué pasó, si el viento o lo qué, que la piedrita pegó terrible comba a lo Chelo Delgado y le pegó en un ala a la ala a la paloma y la tipa empezó a caer sin despegar las alas y pum, justo, eh, pero justo pasó un Renault 12 y la hizo mierda.

Mati se incorporó de repente como para ir a tomar más agua, pero se ve que se arrepintió en el camino, porque se volvió a tirar sobre la silla.

—De la nada sale una vieja, una vieja tipo, vestida de vieja y con la bolsa de compras típica de vieja, una cosa muy loca, y empieza a gritar la vieja que asesino, que asesino, no sé a quién le gritaba. Yo me quise ir corriendo porque ahí pensé que me gritaba a mí, que había visto la comba que pegó la piedra y me quería linchar por haber matado a la paloma, no sé. Entonces sale Lucas y le dice, tranquila señora, a la paloma no la mató nadie, la paloma (y escuchate esto): la paloma se suicidó. Un poeta el Lucas, ese Lucas era un poeta de barrio.

»Entonces el tipo que manejaba el Renault 12 que a todo esto había frenado y había salido todo asustado por los gritos de la vieja, le dice que sí, que él había visto a la paloma caer sola, como si se hubiera tirado por voluntad, y no pudo evitar darle con el paragolpe, que quedó todo empalomado, y no se la vio venir. Imaginate la situación, yo tenía un alivio tremendo, con la versión del tipo ya teníamos la coartada perfecta, viste, ¿quién iba a sospechar de mí?

»Pero se ve que todo esto pasó muy rápido, porque así de la nada, sale un tipo por un balcón con una escopeta gritando algo de un traficante y empieza a disparar así como si nada. Parece que el hijo del tipo este tenía un amigo que lo habían matado por la zona en una movida rara que andaba con las drogas, y se ve que el tipo flasheó con los gritos de la vieja que el supuesto dealer que había matado al pibe andaba por ahí y salió a disparar al barrio así como así. Yo me enteré esto mucho después, porque en el momento entré a correr como pelotudo. Che, pasame unos mates que no doy más.

1 comentario:

Gaucho dijo...

Me pasó algo similar de chico. Nunca tuve gomera pero un amigo me prestó una. No me llamaba la atención la verdad, pero era de esos chicos que solo te presta cosas cuando ve que no las querés, y si le agarras el gusto te la saca inmediatamente de las manos.

En fin, no apunte al pajarito, sino a una rama, e iba con una dirección perfecta. Pero el chanfle del Chelo Delgado con el viento de El Calafate, termina en gol en contra. Y eso pasó con mi piedrazo. No se lo puse a mi amigo en la cabeza (aunque quedaría muy bien para la anécdota) pero le paso mas cerca que el toquecito de Teo contra Carrizo el sábado pasado. Termino pegando en la caja de una camioneta, que de no haber sido un cacharro sucio y oxidado como la mayoría del pueblo, se me habría complicado la historia.

Correr como pelotudo lleva a muchas conjeturas pelotudas. Por ejemplo cuando tiraban piedras a obras en construccion y salian todos corriendo al "GUARDA QUE VIENEN LOS BOLITAS!!!" Yo me imaginaba que eran bolones de acero y de leche gigantes que rodaban y te aplastaban.

En fin, me encantó la oración final. En serio posta posta! No se porque no he visto mas finales de ese estilo, por ejemplo alguna de Batman que la ultima línea sea "Bueeh, fue. No lucho mas contra al Guasón por hoy, que haga lo que se le cante el culo. Me cansé Alfred, no tengo ganas. Chau me voy a dormir".
Sería mas real, bah, por lo menos así terminan 9 de cada 10 proyectos en mi vida.