03 mayo 2011

Veinticinco

—Lo que pasa es que Lucas tenía esas cosas. Involuntariamente, siempre andaba con historias así, que si se las contás a cualquiera no te cree, pero a Lucas le pasaban. Casi todos los temas de la banda que escribíamos nosotros salían de historias así, no teníamos ni que pensar. La del "Yuta ortiva" también, pasó de verdad una tarde a la salida de la cancha. Lucas estaba re loco y no podía parar de reírse, de cualquier cosa se reía. Bajaba un escalón y se reía, pasaba un cocacolero y se reía. Estaba muy loco ese día. Y a la salida, cuando pasamos la congestión, queda como parado al lado de un policía que estaba ahí, tranquilo, viendo que no pasara nada. Pero viste lo que son los canas. Lucas lo mira y se entra a cagar de risa, y yo lo agarro y como que me lo quiero llevar, pero el chabón estaba que no podía más, no podía parar de reírse, se retorcía. Y el poli se re ortivó, imaginate. Todo el diálogo que está en la canción es cien por ciento real, Lucas dándole una lección al rati sobre la magia de la risa, y el otro que cada vez se calentaba más, hasta que terminamos en cana, claro. Y ahí adentro se seguía riendo, todo golpeado y sangrando pero feliz, y seguía predicando sobre la risa y qué se yo. ¡Pero cómo predicaba! Te digo que cuando quería era un poeta el loco.

—Me acuerdo de la primera vez que me llevó a la cancha. Yo no entendía nada, todos lo saludaban, parecía un famoso. Me preguntaba; ¿quién será este chabón? Capaz que era famoso posta y yo ni enterada. Una vez estaba caminando por la calle y me para un tipo, un gordo enorme con una cara de tierno que al principio ni me fijé. Me saluda y me dice: ¡Vos sos la cábala! Me empecé a alejar, medio perseguida, pero igual le pregunté qué onda. Me dice, sí, vos sos la cábala, la novia del loco. Era un hincha de Racing, y como las tres veces que lo había acompañado a Lucas a la cancha, habían ganado, el gordo me tenía por cábala. Era terrible, fui un par de veces a ver a Racing de la mano de Lucas y ya me reconocían por la calle...

Nos quedamos hablando un rato sobre Lucas. Recordando todas esas cosas que eran tan Lucas. Como que, cuando nadie miraba, le tiraba fernet al mate y después se quedaba tomando solo, porque era una inmundicia. O cuando nos quedábamos tomando y fumando hasta que se hacía de día y de repente se levantaba y se iba a la facultad porque tenía un examen. Decía que rendía mejor después de una noche de joda. O cómo volvía locos a los testigos de Jehová que siempre había por el barrio de Mati y Miru. Pero yo más que nada recordaba su risa. Lucas tenía una de esas risas que contagian, que te dan ganas de reír con él en cualquier momento y sin ninguna razón, aunque los ratis no lo entiendan.

En medio de eso nos quedamos dormidos. Así nomás, en la cocina. Matí en su silla caída y yo en la mesada, con la cabeza apoyada en el calefón. Y no volvimos a abrir un ojo hasta el atardecer, cuando se despertó Miru y decidió que nadie podía dormir si ella no lo hacía.

1 comentario:

Gaucho dijo...

Lucas se parece mucho al amigo que le mostró cuatro dedos de la mano derecha cuando el cana le pidió que haga el "4".

Como lo banco al gordo cara de tierno :P

Y fealaatitú de Miru, esa gente que vos dejaste dormir tranquilamente de 12 a 4 AM que es el horario que mas lúcido esta uno, al punto de armarse una batucada cantando "Se viene el Racing Camp...", y cuando llegan las 10/11 te tenes que bancar que haga todo el ruido del mundo porque no son horas para andar durmiendo y la re#@%$@#%