18 julio 2011

Veintisiete

Pero antes de mañana pasaron cosas.

Cuando llegué a casa, el Turco me estaba esperando en el pasillo del piso. La puerta del vecino estaba abierta y se escuchaba que adentro había gente. Le pregunté al Turco qué pasaba.

—Parece que desapareció el viejo.

—¿Desapareció?

—Está prófugo —y esto me lo dijo con exagerada intención, esperando mi reacción.

—¿Prófugo? —mi reacción fue la esperada—, ¿cómo puede estar prófugo un viejo de mil años en silla de ruedas? ¿Prófugo de qué?

—No sé, nadie habla mucho acá.

Sonó el teléfono de casa, así que el Turco entró a atender. Yo me quedé en el pasillo pispeando un poco, tratando de escuchar algo. Al rato se me acercó un policía y me dijo algo, pero no lo oí. Focalicé toda mi energía en tratar de entenderlo. Se me hacía muy difícil.

—¿Conocía al señor Iribarne?

Ahí está. Claro que lo conocía. Era mi mejor pesadilla.

—¿Conocía al señor Néstor Iribarne? —repitió el policía.

Sí, sí. Aunque conocer conocer, bueno, no. Pero siempre fuimos vecinos.

—¿Me escucha? ¿Habla español? ¿Tiene algún problema?

En eso volvió el Turco.

—Disculpe, es que no habla con policías.

—¿Perdón?

El Turco se lo llevó al rincón más alejado (que estaba ahí nomás) y le dijo algo en voz baja. Yo me metí en el departamento y cerré la puerta.

El viejo prófugo. Era algo que no me entraba en la cabeza. Siempre estaba de mal humor, pero de ahí a tener una razón para fugarse... Era muy loco todo. Y yo que me estaba yendo justo cuando el asunto se volvía interesante.

—Tienen que hacerte algunas preguntas —me dijo el Turco cuando volvió.

—No.

—Sí.

—No.

—¡Ana!

—¿Qué?

—No seas infantil.

Puse cara de niña ofendida.

—Yo hago de intermediario.

Puse cara de niña feliz.

Entonces yo lo miraba al Turco, el Turco miraba al policía, el policía me hacía preguntas, yo le respondía en el oído al Turco y el Turco traducía en voz alta y clara. A nadie le hacía gracia, sólo a mí.

—¿Cuándo lo vio por última vez?

El Turco acercó su oreja, pero yo no dije nada. El Turco me miró, pero yo estaba pendiente de otra cosa. Me acerqué a la puerta vecina, casi entrando. Desde adentro me gritaron algo, pero yo estaba absorta mirando el aparador del living del viejo, donde había una foto enmarcada de mi abuela.

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